Una educación desde la inclusión de fortalezas por sobre los déficits.
- Siria Dass Correa
- 1 mar 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 jun 2022
En el pasillo dos maestras comentan entre murmullos las dificultades que han tenido para evaluar al "niño Add" y de lo imposible de controlar el comportamiento de "la niña TDAH", el sonar de la campana al cambio de hora las dispersa y se encaminan en dirección a sus respectivas aulas.
Esta es una escena habitual y recurrente en los diferentes centros educativos de muchos países de Latinoamérica, región que a pesar de haber alcanzado políticas inclusivas, aún se resiste al cambio de perspectiva educativa para la inclusión.
Lamentablemente aún no se rompe con caducos estereotipos educativos y aunque se ha dado paso a la inclusión desde una teoría cada vez más lejana a la práctica, no es suficiente para dar solución a los problemas que aquejan a un sistema educativo agonizante, no solo en infraestructura sino en contenidos, estrategias, recursos y demás elementos indispensables para el proceso enseñanza-aprendizaje.
No se puede menospreciar el esfuerzo que muchos docentes latinoamericanos realizan por estar a la altura del contexto escolar que lo demanda; pero es justa y necesaria una trascendencia a un sistema en el que el docente no canalice todos su esfuerzo en una pedagogía rehabilitadora únicamente, porque esto implica trabajar desde el déficit, es aún más importante comprender a la educación inclusiva como una educación en fortalezas, y para ello los esfuerzos del docente deberían encaminarse entonces a descubrir las fortalezas de los educandos que, aunque presenten condiciones de vulnerabilidad asociadas o no a una discapacidad, poseen sin duda fortalezas detonadoras de motivación y que convenientemente son tierra fértil para poder trabajar, como consecuencia, sobre cualquier deficit.
Los niños y adolescentes que presentan diagnósticos por cualquier tipo de alteración que dificulte su aprendizaje en algunas asignaturas, suelen desarrollar interés en actividades artísticas, deportivas, manualidades y cualquier otro tipo de asignatura hacia la que se inclinen sus talentos y habilidades. La labor del docente comprometido con su trabajo es descubrirlo y potenciarlo.
Por ello es importante establecer diferencias entre un lenguaje médico/rehabilitador, que ciertamente es importante para un diagnóstico y de ahí su respectivo plan de ruta, y un lenguaje educativo que fomente fortalezas. Es entonces contraproducente que etiquetemos a cada estudiante con el nombre del trastorno que padezca, mucho menos pensar en etiquetas de referencias socioculturales. El lenguaje médico/rehabilitador se centra el el diagnóstico y expone al estudiante a ser reducido a unas cuantas siglas que identifican el trastorno que padece, o lo que es peor, cuando no se tiene el manejo de este tipo de lenguaje se utilizan términos coloquiales igual de inapropiados para referirse a los estudiantes.
Se habla entonces de Latinoamerica como una región con mucho camino por recorrer en temas de educación en comparación con el resto del mundo, sin embargo dentro de la región hay mucha desigualdad respecto al nivel educativo dentro y fuera de cada país. Se han logrado cambios significativos en el marco legal educativo; pero aquello no asegura que en la práctica se estén llevando a cabo. Se ha trabajado en una teoría inclusiva que no muestra en la práctica suficientes indicadores de logro para hablar de una inclusión educativa como bandera de los sistemas educativos latinoamericanos.
Es importante entonces plantear desde el lugar que se ocupe en la comunidad escolar, qué más y qué mejor se puede hacer para alcanzar objetivos reales y no utópicos.

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